Juan Lechín, el dandy minero boliviano .


Por Mariano Vázquez desde Bolivia – @marianovazkez
Entre leyendas repica su figura legendaria. Se coló fiero en el corazón de las luchas obreras y no salió más. Participó de la fundación de la mítica Federación Sindical de Trabajadores Mineros. Creó la poderosa Central Obrera Boliviana. Fue uno de los poquer de ases de la Revolución Nacional de 1952. Cayeron todos los presidentes de su tiempo, pero él siguió en pie.
Siempre vestía elegante. Trajes de corte inglés, bufandas de marca, sombrero de boutique de Paris. Ante semejante pinta muchos se preguntaban si ese hombre blanco, alto, fuerte físicamente, pintón era el que conducía a la masa más poderosa y temida de Bolivia: los mineros. Su figura permitió la construcción de mitos. “La imagen prevaleciente era la de un incansable mujeriego (…) obrero de día y burgués de noche”, recordó Lupe Cajias. Se lo consideraba un dandy. El dandy minero.

Nació en el distrito minero de Corocoro, en el departamento de La Paz. Su padre, Juan Lezín, libanes; su madre, la cholita Juana Oquendo. Probablemente fue el 19 de mayo de 1914. “Aunque la fecha de nacimiento tuvo retoques para facilitar la participación de Lechín en la Guerra del Chaco y luego en sus diferentes células y pasaportes falsos, se reconoce al 19 de mayo de 1914 como su natalicio. No encontramos el original del acta de nacimiento, pero sí su testimonio, el de los familiares y otras evidencias”, explica la periodista e historiadora Lupe Cajias, autora de la excelente biografía “Juan Lechín: Historia de una leyenda”. 

Cuando su madre vio al recién nacido la sugestionó su mirada: los ojos abiertos y de dos colores. “Tiene los ojos de Cristo y de Rasputín”, sentenció. Su futuro, entonces, producto de ese estigma estaría marcado. Y no se equivocó. Se convertiría en un hombre especial. Su presencia en la vida política y en el pueblo de Bolivia sería vital.

Tiempos de la rosca minera. De los grandes barones del estaño: Simón Patiño, Carlos Aramayo y Mauricio Hochschild, que a sangre de minero se hicieron multimillonarios. Era tal el auge del estaño en la primera mitad del siglo XX que Bolivia era el primer productor mundial, y desde universitarios a campesinos iban a buscar su salvación en los socavones de Oruro y Potosí.
En ese contexto, con su manojo de ilusiones, el joven Juan llegó al distrito minero: Llallagua, Siglo XX, Catavia, Uncia, Miraflores… Al reinado de Patiño. En 1930 ingresó a trabajar a la mina. Sus dotes de talentoso jugador de fútbol le facilitaron el ingreso. En ese tiempo, los equipos de las minas eran muy poderosos. “Fue perforista. Les decían maestros. Era el trabajo mas pesado de la mina”, cuenta Cajias. Ya en ese año sufrió su primera detención. A lo largo de su vida, sumaría un rosario de arrestos.
Dos años después llegó, inesperada, la guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia. Una conflagración inútil en un terreno infernal con un saldo de cien mil muertos, donde la sed hizo más estragos que las balas. El conflicto bélico dejaría cicatrices en la piel del país. Ya nada sería igual. En ese desierto calcinante fue herido Lechín. “La canícula llegaba a los 38 grados. Uno perdía la conciencia de su propio cuerpo. Estaba acostumbrado al frío. Era minero del altiplano”, relató.
La década del ’40 trajo las grandes revueltas mineras. En 1942 se produjo la Masacre de Catavi. Inaugurando etapa en la que los obreros dejaron regado de cruces los campos estañeros y donde se escribieron las más gloriosas páginas de su historia.
En abril de 1944 se realizó la convocatoria al primer congreso minero y en junio se creó la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB). Lechín, delegado de Catavi, recibió una secretaria permanente con sede en La Paz, para tratar en la sede política del país los asuntos de la Federación. Los vaivenes del país repercutían directamente en los sindicatos, que eran declarados clandestinos; en los dirigentes, que debían huir. Perseguidos, entraban a Chile, a respirar y volvían de incógnito, a organizar la fuerza. La leyenda se agigantaba.
En el ’46 lo quisieron colgar, no pudieron. En el ’47 fue electo senador por Oruro. Los años siguientes vivió a pura conspiración. Lechín era la figura del poderoso mundo minero y se avecinaba el hecho bisagra del siglo XX en Bolivia, la Revolución Nacional. El 9 de abril, milicias obreras derrotaron al ejercito regular en apenas tres días de enfrentamiento e instauraron el gobierno de Movimiento Nacionaista Revolucionario (MNR). Lechín encabezó uno de los grupos insurgentes.
Cuatro líderes destacaron en el MNR: Victor Paz Estenssoro, Hernan Siles Suazo, Walter Guevara Arce y Juan Lechín, que en ese período de 12 años de Revolución Nacional fue ministro de Minas y Petroleo; además de fundador y líder indiscutido de la COB, cuya columna vertebral fue la FSTMB y se constituyó como un “sindicalismo revolucionario” en armas. También ocupó el cargo de Vicepresidente. Su acceso a la presidencia fue bloqueado por el Departamento de Estado. Entre los cuatro líderes había un acuerdo de turnarse en los períodos al frente del Ejecutivo. El primero le tocó a Paz Estenssoro (1952-1956), el segundo a Siles Suazo (1956-1960), el tercero era para Lechín. Pero no.

La revolución boliviana de 1952


Las presiones de Estados Unidos se sintieron desde el principio de la Revolución y se acentuaron en los ’60. La izquierda del MNR se opuso a medidas de ajuste y Lechín encabezó numerosas huelgas mineras. Para Washington, el jefe de la COB no podía ni debía encabezar un gobierno del MNR. Era el enemigo número uno. Dice el escritor Herbert Klein: “La Embajada (de EE.UU.) creyó posible aislar y destruir a Lechín (…) Con la esperanza de disminuir la hostilidad Lechín y Siles convinieron una plataforma de compromiso para el tercer período presidencial: Paz Estenssoro volvería a dirigir el partido y Lechín seria su vicepresidente. Lechín viajó a Washington e, incluso, a Formosa para entrevistarse con los dirigentes de la China nacionalista, aceptando así simbólicamente las peores posiciones de EE.UU en la Guerra Fría”.
1963 marcó el año del rompimiento COB-MNR por la artera injerencia de EEUU en las decisiones del gobierno. De manera inédita se intervino y reprimió a los sindicatos mineros. Los cuatro líderes estaban enfrentados, con proyectos políticos diferentes: hasta crearon sus propios instrumentos políticos. El de Lechin fue el Partido Revolucionario de Izquierda Nacional (PRIN).
El 4 de noviembre de 1964, apenas 3 meses después de iniciarse el cuarto período del MNR y el tercer período de Paz Estenssoro, se produjo el golpe de estado del vicepresidente y general René Barrientos. Dictador carismático, quechuahablante y con llegada a los campesinos. Lechín lo apoyó creyendo que la rebelión era de carácter popular, contra la corrupción y la traición de la vertiente de Víctor Paz, que consideraba que se había apoderado de la Revolución.
Fue una de sus grandes equivocaciones. Barrientos, que pasó por la Escuela de las Américas y tenía relaciones fluidas con la CIA, atacó sin piedad a la FSTMB, la desmanteló y persiguió a sus líderes. El ensañamiento llegó a su climax en la Masacrte de San Juan de 1967. Cientos de obreros fueron asesinados mediante técnicas de guerra y se trató de fraguar un enfrentamiento. Otra vez Lechin pasaría a la clandestinidad, estado que tantas veces había frecuentado.
La inestabilidad política, casi esquizofrénica del país, donde gobiernos militares de todo signo convivían con breves interregnos de adminstraciones democráticas hicieron que entrara y saliera del país frecuentemente, protegido por sus leales compañeros de lucha e historia.
Dijo sobre la resistencia a las dictaduras: “El fusil es la única garantía de libertad y revolución (…) Permanecer vigilantes ante las arremetidas cada vez más audaces de la reacción (…) Lucha armada como única salida posible y definitiva a las condiciones sociales (…) La Asamblea Popular será el primer paso en la construcción de uan Bolivia revolucionaria, libre, soberana, humana, sin explotados ni explotadores”.
En 1982, con el el retorno de la democracia, reorganizó la FSTMB y la COB, nuevamente ocupó sus sillones máximos, cargos que dejó en 1986 y 1987, respectivamente. Cerró su ciclo sindical luchando contra el desquicio económico y el neoliberalismo de dos de sus viejos aliados, Siles Suazo y Victor Paz, que volvieron a ser presidentes de la República. No volvió a ocupar puestos de mando pero su impronta, su palabra y su leyenda siguieron hipnotizando a los bolivianos. Murió en agosto de 2001.

El año pasado se cumplieron 100 años de su natalicio y su figura pasó casi desapercibida. Al respecto cuestionó Lupe Cajias: “¿Tiene memoria colectiva la actual dirigencia de la Central Obrera Boliviana? Quizá no. No tengo conocimiento de un homenaje o recordatorio en algún tipo de formato para reflexionar sobre la vida y obra de Juan Lechín Oquendo, el corocoroqueño considerado el máximo dirigente histórico del movimiento obrero boliviano”.
Para su biógrafa “Lechín se forjó en un sindicalismo combativo, unido y sobre todo pluralista e independiente. Desde su participación como subprefecto en la provincia Bustillo, enfrentando al poder de la rosca minero feudal, Lechín participó por medio siglo en las luchas proletarias. Su sello principal fue mantener la independencia de clase de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, y de la COB, ejerciendo el Poder Dual, pero sin inclinarse ante el Poder Ejecutivo, ni siquiera después de la triunfante Revolución de Abril en 1952. Fomentó el libre pensamiento de cada dirigente y la unidad fue la grandeza de esa COB”.
Le pregunto a Lupe Cajias:
– “¿Fue Lechín la figura sindical del siglo XX en Bolivia?”.
– “De lejos”- me responde.
Fuente

Comentarios

Entradas populares de este blog

LEYENDA del CÓNDOR JIPIÑA

Chuta, danza originaria de Corocoro

Pedro Kramer Bonetti