Una gesta de solidaridad minera - Corocoro
Hace 42 años cayó una de las nevadas más copiosas de las que personalmente tenga memoria.
por Delfín Arias Vargas* , escrito el 30 de Octubre de 2016.
Fotografía panorámica de Corocoro - Mario R. Duran Ch.
Ocurrió en los primeros días de agosto de 1974, cuando la Empresa Minera
Corocoro, dependiente de la Comibol y capital de la provincia Pacajes
del departamento de La Paz, era sede de uno de los torneos de
aficionados más importantes del calendario deportivo. En una época
marcada por la dictadura del general Hugo Banzer se jugó la fase final
del Campeonato Minero de Fútbol.
En ese tiempo cursaba lo que hoy
sería el segundo de secundaria y recuerdo que entre otros equipos, de
tan digna final deportiva, se encontraban Huanuni, Catavi, Consejo
Central Sud, Mina Matilde, Viloco, Bolsa Negra, a la sazón el Campeón; y
el anfitrión Corocoro, dirigido por el técnico argentino Alberto
Tacone.
Todos los equipos estaban integrados por jóvenes mineros que
le daban a la pelota a la par que se constituían en abanderados de la
lucha sindical y política contra la dictadura militar y por la
recuperación de la libertad y la democracia.
La mañana de aquel día
–hoy perdido entre la bruma del tiempo–, Corocoro amaneció con un cielo
encapotado del que pronto, cual estrellas del universo, miles de
millones de finos copos de nieve cayeron hasta cubrir con su tendal
blanco la geografía de ese centro minero y de todo el altiplano. La
nieve no dejó de caer durante al menos dos días de manera continua.
Fueron
días de nieve en los que mineros, amas de casa, jóvenes y niños
mirábamos el cielo como implorando que la nevada dejara de caer.
Aleluya, la mañana del tercer día nuestros ruegos fueron escuchados; el
cielo amaneció con un azul intenso, el Sol brillaba como nunca y el
resplandor de la nieve enceguecía nuestros ojos.
Entonces, mediante
las ondas de la hoy extinta Radio La Voz del Cobre, un locutor espetó:
“Todos a la cancha”, y munidos de carretillas, picotas y palas, una
muchedumbre, en medio de ella decenas de jugadores de fútbol de las
delegaciones visitantes, comenzó a retirar toneladas de nieve del campo
de juego que entonces era de tierra.
Grandes bolas blancas rodaron
del centro hacia los márgenes de la cancha, y mientras adultos y jóvenes
retiraban la gélida nieve; mujeres, niñas y niños servían café o
sándwiches a los fatigados voluntarios.
El titánico como solidario
trabajo rindió sus frutos y, tras nueve o diez horas de ardua labor, la
cancha quedó libre de nieve, aunque quedó llena de lodo y barro por
doquier. ¿Qué hacer? ¿Cómo conseguir que la cancha quede seca y apta
para la práctica del fútbol? La respuesta la dio un minero:
–“Hay que traer relave…”, gritó a los cuatro vientos.
– ¿Relave?, preguntó incrédulo un colega suyo. Todos guardaron un sepulcral silencio.
–Sí,
ratificó el primero. “Sólo el relave permitirá que mañana comience la
final del fútbol minero”, arengó, palabras más, palabras menos.
Dicho
y hecho. Los dirigentes del Sindicato de Trabajadores Mineros de
Corocoro y del Comité Organizador gestionaron y la empresa puso tres o
cuatro volquetas que casi inmediatamente llegaron a la cancha cargadas
de relave, precioso como tóxico cargamento de residuos mineros de
principios del siglo 20, una especie de arena fina de color verde
plomizo por el cobre que aún contenía después de su procesamiento
químico en el ingenio.
El relave pronto cubrió la cancha, ésta quedó
libre del lodo y quedó lista para la práctica del fútbol. A las 16.00 de
aquella tarde y ante un lleno completo del estadio de Corocoro, en esa
cancha cubierta de relave verde comenzó a rodar la pelota y la Final del
Campeonato Minero de Fútbol comenzó a ser realidad.
Hace 42 años, la
cancha del barrio de San Jorge de Corocoro fue escenario de una epopeya
en la que participaron hombres y mujeres, adolescentes y jóvenes, niñas
y niños. Fue una muestra de coraje, salpicado de solidaridad épica, que
selló entonces y para siempre uno de los episodios humanos más
singulares de la historia del deporte en las minas nacionalizadas.
Esa
cancha luce hoy mucho más verde que hace 42 años, pero la alfombra
verde de césped sintético que la cubre íntegramente, no logró ocultar lo
que los mineros sembraron en aquella épica gesta que se escribió en
tres días: la fuerza de la unidad y de la solidaridad entre los seres
humanos se impuso a la adversidad de la naturaleza y con un esfuerzo
sobrehumano la derrotaron.
*es periodista, comunicador social, diplomado en educación superior e interculturalidad y docente universitario.
Fuente.
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